En la cueva de Liang Tebo, en Kalimantan (Borneo indonesio), se hallaron los restos de un joven que vivió hace aproximadamente 31.000 años. El análisis osteológico reveló una amputación intencionada del tercio distal de la pierna izquierda. La morfología del hueso descarta tanto un accidente traumático como un ataque animal, y tampoco sugiere una amputación punitiva, dada la evidencia de cuidados posteriores y el tratamiento respetuoso de su entierro.
La remodelación ósea indica que el individuo sobrevivió entre seis y nueve años tras la intervención. La ausencia de signos de infección —la complicación más frecuente incluso en la actualidad sin antibióticos— sugiere la aplicación de prácticas de desinfección y cuidado continuado. Este hallazgo plantea interrogantes fundamentales:
¿Cómo identificaron la necesidad de amputar para salvar la vida del joven?
¿Qué instrumentos líticos, afilados y resistentes, se emplearon para cortar tejidos y hueso?
¿Cómo controlaron la hemorragia en ausencia de conocimientos formales sobre la circulación sanguínea, descubierta recién en el siglo XVII por William Harvey?
¿Qué recursos anestésicos o analgésicos de origen botánico pudieron haber utilizado?
La evidencia apunta a un conocimiento práctico de la anatomía, a la existencia de técnicas rudimentarias de hemostasia y, probablemente, a la utilización del fuego como medio de esterilización. Más allá de la proeza técnica, este hallazgo demuestra la presencia de organización social y de una estructura de cuidado prolongado hacia individuos vulnerables.